La defensa personal consiste en la serie de medios de que una persona se vale para repeler un ataque contra ella, para salvaguardar su integridad física y/o sus bienes. La ley protege la defensa personal y exime de responsabilidad cuando la defensa ejercida ha sido realizada frente a una provocación injusta y los medios empleados hayan sido acordes a la ofensa recibida. Esta figura legal se denomina legítima defensa.
La persona puede defenderse de un ataque violento usando palos, gas pimienta, armas blancas, como puede ser un cuchillo; o armas de fuego, como es el caso de un revólver; o utilizar su propio cuerpo, para lo cuál existen una serie de técnicas para hacer los golpes más certeros y los movimientos de evasión más eficientes.
Las artes marciales se inscriben en estos sistemas de defensa personal, y nacieron en el siglo XIX, donde se entremezclan las técnicas de luchas con las normas éticas. Entre ellas podemos mencionar, el kung-fu, el arte marcial chino más antiguo, que usa como arma principal, el garrote; el karate, nacido en Okinawa con influencias chinas, practicado para fortalecer la personalidad y el carácter. Para ejecutar los golpes se usan varias partes del cuerpo (manos, pies, rodillas, codos, cabeza, ante brazos) con los que se dan puñetazos, patadas, codazos, acompañados de posturas diversas. También del kung fu deriva el taekwondo, donde predominan los distintos estilos de patadas y puñetazos.
A su vez, el judo, recrea la lucha cuerpo a cuerpo de los antiguos samuráis, siendo actualmente un deporte olímpico, que privilegia el desarme del adversario y los saltos, arrastres, empujes, caídas y lanzamientos.
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